Israel: Los manuscritos del mar Muerto, de las cuevas del desierto hasta Google
Anabel Herrera – La Vanguardia) Era el invierno de 1946. Como cada día, tres primos beduinos pastoreaban sus rebaños en un valle del desierto de Judea cercano al mar Muerto, en Israel. Una tarde, los pastores atisbaron dos orificios en un macizo rocoso, y decidieron distraerse tirando una piedra por uno de ellos. Al instante oyeron cómo el fragmento colisionaba contra lo que parecían ser trozos de cerámica. Los muchachos elucubraron con la posibilidad de que al otro lado de la roca hubiera un escondite de oro, pero no pudieron resolver el misterio porque estaba anocheciendo.

Cuando, días más tarde, regresaron al lugar, encontraron diez vasijas apoyadas sobre la pared de la cueva. Todas estaban vacías, salvo dos: una solo contenía tierra rojiza; la otra, unos bultos envueltos en tela. Se trataba de los tres primeros manuscritos de los cerca de novecientos que irían apareciendo a lo largo de los siguientes años. Estos rollos contribuirían a la comprensión del judaísmo del período grecorromano, cuando nacieron el cristianismo y el judaísmo tal como los conocemos hoy
Sin saberlo, acababan de convertirse en los protagonistas de uno de los hallazgos más importantes del siglo XX: el de los rollos del mar Muerto, un conjunto documental que incluye las copias manuscritas del Antiguo Testamento más remotas que se conocen, de entre los siglos III a. C. y I d. C. Estos rollos contribuirían a la comprensión del judaísmo del período grecorromano, cuando nacieron el cristianismo y el judaísmo tal como los conocemos hoy.
Por caminos dispares
En 1946 Palestina estaba bajo mandato británico, y la ONU se planteaba la partición del territorio ante las fuertes tensiones entre árabes y judíos. El destino de los manuscritos iba a ser igual de convulso que el panorama político. En abril del año siguiente, los beduinos confiaron la venta de los tres documentos –el Rollo de Isaías, el Comentario de Habacuc y la Regla de la Comunidad– a un marchante de antigüedades de Belén llamado Kando.
Este enseñó los textos al abad del monasterio de San Marcos en la Ciudad Vieja de Jerusalén, Athanasius Yeshue Samuel, más conocido como Mar Samuel. Al examinarlos, sospechó que su antigüedad podría ser mayor de la que se les suponía, así que mostró interés en comprarlos.
Mientras se sucedían estas operaciones, los beduinos hallaron cuatro rollos más en la misma cueva. Mar Samuel se hizo con uno de estos –el Génesis apócrifo– y con los tres primeros que habían salido a la luz por solo 24 libras jordanas (unos 96 dólares de la época). El resto –Rollo de los himnos, Rollo de la guerra e Himnos de Acción de Gracias– los adquirió otro marchante de antigüedades, Faidi Salahi, al precio de 7 libras jordanas (28 dólares).
De mano en mano
A partir de aquí, la historia de los dos grupos de manuscritos corre cada una por su cuenta. Por un lado, a finales de 1947, justo cuando la ONU había votado a favor de dividir Palestina en dos estados (uno judío y otro árabe), los tres rollos del marchante Salahi acabaron en manos de Eleazar Lipa Sukenik, profesor de Arqueología en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Sukenik pagó por ellos 324 dólares tras observar un cierto parecido entre la escritura de los manuscritos y la que había visto grabada sobre unos osarios del siglo I hallados en Jerusalén.
Eleazar Sukenik examinando los Rollos en 1951.
Cuando el arqueólogo supo de la existencia de los otros cuatro rollos en posesión de Mar Samuel, rápidamente le hizo una oferta de compra. La suma de dinero era tan cuantiosa que el religioso cayó en la cuenta de que poseía una valiosa propiedad. Así que empezó a averiguar cuánto podría llegar a pedir por ella.
Tras numerosas consultas, Mar Samuel buscó la opinión de John Trever, un experto bíblico de la American School of Oriental Research (ASOR) en Jerusalén. El investigador tuvo la oportunidad de fotografiar los manuscritos y de analizarlos en detalle. No tardó en hallar similitudes entre sus letras y las del Papiro Nash, el texto bíblico más antiguo conocido hasta entonces, del siglo II a. C.
Fuego, papel y tijera: historia de los libros perdidos
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Este artículo se publicó en el número 527 de la revista Historia y Vida. Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.
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