LA FE DE FRANCISCO DE ASIS: LA PRESENCIA DE DIOS EN SU PALABRA
LA PALABRA DE DIOS EN LA VIDA DE SAN FRANCISCO. por Kajetan Esser, OFM
Cuando Francisco cita la Sagrada Escritura, no lo hace según la fórmula conocida, también para él corriente: «En aquel tiempo dijo Jesús…», sino casi exclusivamente en presente: «el Señor dice en el Evangelio…».[14] Para él se trata aquí, por tanto, de un acontecimiento actual. Dios, el Padre, «que habita en una luz inaccesible (1 Tim 6,16), que es espíritu (Jn 4,24) y al que nadie ha visto jamás (Jn 1,18), le habla en su Hijo encarnado» (Adm 1,4-5).

A este milagro de divina condescendencia se abre Francisco sin reservas. Él oye la voz del Señor presente en su Palabra y da testimonio de ella, de palabra y de obra, en incondicional obediencia. Esto lo exige también de sus hermanos, ya que a esto están llamados y enviados.[15]
Así debe realizarse, en él y en ellos, el diálogo entre Dios y el hombre, interpelado por Él, en una respuesta siempre nueva de amor «verbo et opere», de palabra y de obra.
La Sagrada Escritura daba a Francisco testimonio de Dios y su obra, que era para los hombres buena para leer, pero mejor para responder. Aún más: en ella, como expresamente declara, «debe buscarse y hallarse al Señor, nuestro Dios». Francisco lo buscó y encontró de modo que le proporcionó alivio para los dolores de su cuerpo, así como también «su espíritu exultó en el Señor».[16]
Aquí se advierte, una vez más, algo que es característico del creyente Francisco: él está hondamente convencido, y lo ha evidentemente experimentado,[17] de que el Señor, quien durante su vida terrena libró a los hombres de enfermedades, hace lo mismo mediante su presencia en la Sagrada Escritura.
La experiencia de esta presencia fue para él tan placentera que eclipsó toda dolencia corporal y él se transformó en otro hombre «en el Señor».
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