El hombre es el lobo del hombre


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Homo homini lupus (El hombre es el lobo del hombre)

El evangelio de este domingo (Lc 6,39-45) es la continuación de la enseñanza del domingo pasado sobre la misericordia.

El texto se basa en varias oposiciones: ciego / el que ve, discípulo / maestro, paja / viga, mi ojo / tu ojo, yo / hermano, ver / no ver, árbol bueno / árbol malo, fruta buena / fruta mala, higos / espigas, uva / zarza, hombre bueno / hombre malo, bueno / malo, tesoro bueno / tesoro malo, boca / corazón.

Las oposiciones se usan para definir actitudes, aclarar intenciones y para mostrar cómo la misericordia es posible solo para las personas que conocen profundamente a sí mismos y sus límites. Lucas usa esta estrategia literaria, donde la exageración sirve para resaltar el mensaje que invita a mirarse a sí mismo, antes de criticar a los demás.

Porque el mal no está solo fuera de nosotros: está profundamente arraigado incluso en nuestros corazones. Por lo tanto, la misericordia es posible sólo si somos conscientes de nuestras limitaciones, pues aquellos que se consideran justos probablemente caigan en la tentación de juzgar a los demás. Se dice que los juicios con los que condenamos a los demás, dicen más sobre nosotros, porque es el ladrón el que teme ser robado.

El término «hermano» parece ser central en la enseñanza de Jesús, y el perdón está orientado a reparar la fraternidad rasgada. «Hermano» traduce el latín frater, que proviene de la raíz indoeuropea bhar (de donde viene el inglés born, nacido), y cuyo significado es «traer en el seno», «generar». El hermano es, por lo tanto, el que nació de la misma madre, en la misma casa.

Lamentablemente el español dejó frater para usar «hermano», usado por el latín («frater germanico») para indicar principalmente medio hermanos y primos. Sin embargo, para el evangelio, lo que une a los hermanos es la relación con el mismo útero, con la casa y con el pueblo (el mismo clan), una fraternidad que no puede mantenerse dividida, por el origen común, por compartir la misma carne y sangre.

Como la misericordia, la fraternidad viene del mismo vientre. Por lo tanto, el útero es la referencia necesaria del perdón, de la fraternidad, de la nueva sociedad, de la vida comunitaria. Debemos aprender a pensar y actuar desde el útero, es decir, desde la conciencia de que somos misma sangre y misma carne.

Olvidar esto, puede llevar al conflicto, a la enemistad, como también al miedo del otro y a su condena, transformándonos en lobos de nuestros semejantes, como dijo muy bien el autor romano Plauto: Homo homini lupus.

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