Un amor de madre


El Evangelio de este domingo (Lc 6,27-38) nos propone uno de los textos más exigentes del mensaje cristiano: «Sean misericordiosos, como es misericordioso el Padre de ustedes» (Lc 6,36). La misericordia (que no debe confundirse con compasión y menos aún con pena) es un sentimiento atribuido por la Biblia solo a Dios: nos revela, de manera sublime, la esencia misma de Dios.

En el hebreo, el término «misericordia» (rehen) también significa “útero», lo que nos da una clave interesante para interpretar el texto de Lucas: la misericordia es un sentimiento que proviene del vientre de la madre, es decir, del acto generativo.

Esto nos devuelve una imagen femenina de Dios, de madre, con útero, cuyo amor es profundamente físico, carnal, propio de la maternidad. Por esta razón, el amor de una madre es el más grande y más profundo: ¡es misericordia, o sea, es útero! Jesús, en el Evangelio de este domingo, nos invita a «ser misericordiosos, como Dios es misericordioso».

O sea: amar como Dios ama, con amor materno, generador, sin contentarnos con cualquier amor. Es un amor que va más allá de la concepción normal de una relación, porque es libre, total, absoluto y radical, en el sentido de que está enraizado en el profundo conocimiento del otro.

En el Evangelio, Jesús da algunos ejemplos concretos de este amor que, tal vez, nos dejan un poco perplejos. Por ejemplo, nos invita a amar a nuestros enemigos, a hacer el bien a los que nos odian, nos maldicen o tratan el mal. Y también exige de no juzgar, perdonar, dar sin medida, prestar a los necesitados, no responder a la violencia, etc. Se refiere a categorías de personas socialmente desbaratadas, víctimas de una violencia que ellas mismos contribuyen a perpetuar, convirtiéndose en signos tangibles de la disolución social y comunitaria.

¿Cómo reconstruir tales relaciones comprometidas? ¿Cómo soñar con una comunidad reconciliada por el amor y la solidaridad mutuos?

La solución propuesta por Jesús es la misericordia, la posibilidad de regenerar a las personas desde lo más profundo de nuestro ser, como desde el vientre de una madre. Es una nueva creación que es divina cuando va más allá de los estrechos confines de la familia y contribuye a recrear la comunidad y la fraternidad universal.

¿Demasiado difícil? Tal vez sí, pero sigue siendo un desafío fascinante para las personas que piensan en grande, no para los pequeños y mediocres. Al final, no hay otra salida de la selva en la que nos hemos metido, donde la agresión, la prevaricación y ​​la mentira se imponen a la humanidad, la hermandad/sororedad, el amor.

Luigi Schiavo

Luigi Schiavo

El autor, Doctor en ciencias de la religión, con especialización biblia. Fue coordinador de teología en la Universidad Pontificia de Goias (Brasil). Investigador en el Departamento Ecuménico de Investigación DEI, de Costa Rica 2011.


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