EL HOMBRE NUEVO: EL PATRIARCA ABRAHAM COMO MAESTRO.


Arieh Sztokman, Anciano. Rabino. Mayo 24 de 2020 – Sivan 1 de 5780

Estamos viviendo en el mundo una situación totalmente desconocida, según nos dicen, un virus ha generado una pandemia mundial que nos obliga a vivir aislados.  Nos es imposible, sobre todo a los ancianos, encontrarnos los unos con los otros. Además, si salimos de nuestras casas por una necesidad, como por ejemplo comprar comida, debemos cuidar no acercarnos a otras personas, sino que debemos respetar el distanciamiento social y volver a nuestras casas lo más rápido posible.

La situación en la cual vivimos, cuidando la “cuarentena” que comenzó el 15 de marzo de 2020, genera grandes problemas en la sociedad toda, dado que no se pueden abrir lugares de comida, mucha gente no puede trabajar y por consiguiente no tienen ingresos, los niños no pueden ir a la escuela, los colegios están cerrados, tienen clases virtuales es decir utilizando medios electrónicos que a su vez generan otro tipo de problemas, no podemos trasladarnos de un lugar a otro, en algunos casos lo pueden hacer con el debido permiso. Todo esto nos obliga a vivir de una forma no conocida y además ir pensando, solo pensando, que nos pasará cuando concluya la “cuarentena”, ¿Cómo hemos de vivir?, el patriarca Abraham nos sugiere algunas ideas a saber: Abraham, hombre anciano, tenia 75 años de edad (Genesis 12:4) cuando comenzó su gran modificación personal, es decir que la edad no fue ningún impedimento para generar cambios. Abraham era un hombre de una muy buena posición económica (Genesis 12:5), es decir que aparentemente no tenia necesidad alguna de hacer modificaciones, estaba cómodo. Sin embargo, debe haber pensado, supongo, que esto no es vivir sino por el contrario es existir, debe haberse dicho, no quiero transformarme yo también en una cosa, soy un ser humano, creación de Dios, y debo hacer algo mas que acumular cosas y fama.

Aparentemente, Abraham, se dedicó gran parte de su vida a la acumulación de bienes, es decir vivió en el mundo del tener, tal vez no conocía que quería decir “ser” y en particular “ser feliz” dado que había acumulado fortuna y personal que había adquirido (Genesis 12:5), es decir se dedicó principalmente a “ganarse la vida”, a consumir, y a tener cosas. Quizás, el texto no lo dice, también tenía fama, buscando el reconocimiento del otro, otra de las cosas que se buscan en el mundo del tener.

Sin embargo, siente el llamado de Dios y le obedece, diciéndose a sí mismo, “basta de vivir de la manera conocida, en la que importa más el tener que el ser, me ocuparé de mí y no solo de mí mismo, sino que también intentaré hacerlo con otros”, por ello comienza con las personas más cercanas a él, es decir Sara (su esposa) y Lot (su sobrino), su familia.

La sección (parashá) de la Torá (Pentateuco) que leeremos en las sinagogas este sábado 31 de octubre es denominada Lej Lejá. Esta sección se encuentra en el libro de Génesis 12:1-17:27. En la Biblia Latinoamericana dice: “Yave dijo a Abram: deja tu país, a los de tu raza y a la familia de tu padre, y anda a la tierra que Yo te mostraré” (Génesis 12:1). Las dos palabras que dan origen al nombre de esta sección, en idioma hebreo significan lo siguiente: Lej: es el imperativo del verbo caminar, por ende, debiera leerse camina (una orden). Lejá: a ti (vos). Por lo tanto, lej lejá debiera leerse: camina hacia vos (hacia ti) a tu interior.

Dios le está diciendo a Abram que, sin moverse de su lugar, haga un viaje a su interior. Le está diciendo que camine a sí mismo, que camine a su verdadero yo, la tierra que te mostraré, es tu tierra interior, la tierra del yo soy, es el lugar de Dios, es donde habita EL Creador.

Dios nos está hablando a cada uno de nosotros diciéndonos anímate a ser tu mismo, en lugar de vivir de acuerdo a las indicaciones de la sociedad. Dejar la tierra es dejar la cultura en la cual vivimos, los de tu raza, es decir tus parientes, y a familia podemos entender tu casa. Estos son los elementos que nos construyen. Primero estamos formados por nuestros padres, luego por la cultura y finalmente por la cultura existente. La Torá nos propone buscar en forma inversa en nuestro interior.

Somos enseñados a lo largo de nuestra existencia en hacer divisiones que nos generan desencuentros en nosotros mismos (pensamientos separados de sentimientos), nos enseñan que somos cuerpo y alma en lugar de considerarnos un ente indivisible, por ello Dios nos sugiere entrar en nosotros mismos para lograr el ser UNO, así como Dios es UNO.

Mientras estamos viviendo dentro de límites que nos han enseñado, con el objetivo de cumplir con los mandatos paternos, no porque sean verdaderos, sino por obediencia a nuestros padres, estamos muchas veces ciegos a los valores universales que seguramente debiéramos seguir. Dios nos está desafiando a seguir los valores universales que EL nos ha regalado para lograr un mundo de armonía, de encuentro, de coparticipación, de cocreadores, de hacer juntos, Dios nos dice: Las personas fueron creadas para ser amadas y las cosas para ser usadas. La razón por la cual el mundo está en caos, es porque las cosas están siendo amadas y las personas usadas, por lo tanto, hagamos nuestro propio espacio en el cual podamos amarnos los unos a los otros en lugar de usarnos.

Dios nos propone un cambio, cambiemos primero cada uno de nosotros mismos, busquemos en nuestro interior todo lo positivo que Dios nos ha regalado, mejoremos lo negativo que tenemos en nuestro interior, compartamos con otros lo que vamos logrando en nuestra propia persona, dejemos de lado los estímulos externos que nos dividen, que nos separan, que nos impiden vernos como hermanos con un Padre Bueno que nos ayuda.

Nos han enseñado que la otra persona es nuestro enemigo y por ello debiéramos eliminarlo, cuando en realidad todos somos una sola alma que Dios nos ha insuflado al crearnos, por ende, hacerle daño a otro ser humano es hacernos daño a nosotros mismos.

Digamos como dijo el Profeta Elías: “Basta” (1 Reyes 19:4), volvamos al Creador para educarnos y educar de acuerdo a Sus valores y así construir Paz.

En esta “cuarentena” tal vez hemos aprendido lo vulnerable que los seres humanos somos. Nunca hemos transitado una situación mundial que nos traspasa en todos los niveles. El “gran otro” (el virus) así lo voy a llamar, nos condiciona a un cambio de vida con sus costumbres y nos marca lo que podemos y no podemos hacer, somos el sujeto/sujetado. No nos podemos tocar, no nos podemos vincular. Este “gran otro” nos obliga a pensar y pensarnos y esto sugiere una pregunta ¿Cómo nos vincularemos con el otro? El sujeto, yo, me vinculo/relaciono conmigo mismo, me amo y amo a los otros.

El “gran otro”, la adversidad, la podremos transformar en oportunidad, creando nuevos hábitos de relacionarnos, de vernos, de abrazarnos, de consumir solo lo necesario para vivir, dado que no podemos comer ni el petróleo, ni el oro, ni los dineros acumulados, y para ello necesitaremos osadía para poder actuar en los cambios que transitaremos, respetando al otro, sabiendo que Dios nos ayuda y nos acompaña.

Octubre 25 de 2020 –


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