El Papa que llegó desde el fin del mundo a Roma no deja de sorprendernos
A pesar de que su pontificado atraviesa por momentos difíciles por las campañas – abiertas o disimuladas – de quienes se oponen a que lleve adelante sus reformas eclesiales y por la agresión constante de poderosos intereses globales que se oponen a sus propuestas de un cambio civilizatorio, él sigue imperturbablemente adelante, proponiendo y promoviendo acciones encaminadas a generar procesos de cambio que – sin duda – lo han de trascender.

Por: Pablo Cassano.
Francisco convocó a una Asamblea Eclesial continental por primera vez en la historia de la iglesia católica: laicas, laicos, consagradas, consagrados, sacerdotes, obispos – en ese orden -; una reunión de todo el pueblo de Dios que va caminando, para rezar, hablar, pensar y discutir, buscando la voluntad de Dios, con dos criterios: junto al pueblo de Dios, que no sea una élite separada de santo pueblo fiel de Dios, y en profunda oración. Y además con coraje.
Esta vez los obispos no se reunieron a puertas cerradas en casas de retiro o santuarios, sino que convocaron a todos los cristianos, rodeándose del pueblo fiel, para discernir la voz de Dios. Durante un año se abrió una amplia convocatoria o período de escucha a todos los bautizados sin odiosas distinciones. Se presentaron dos dificultades graves: la pandemia que significó un serio problema para la materialización de asambleas presenciales; y la apatía – como mínimo – de las estructuras orgánicas, incluidos los movimientos laicales.
Otras dificultades menores las fuimos remediando: los extensos documentos fueron reemplazados por otros más sencillos, los problemas con la plataforma fueron resueltos gracias a la paciencia y buena voluntad de los organizadores y los voluntarios que cargaron los datos y las opiniones. Así, un poco a los tropezones, se fueron concretando asambleas fundamentalmente mediante plataforma virtuales y arbitrando otros medios que finalmente lograron que – según los organizadores – setenta mil cristianos se expresaran libremente.
Luego, entre el 21 y 28 de noviembre, unos ochenta religiosos, religiosas, laicos mujeres y varones, llegaron a Casa Lago, en México, bajo la protección de la Guadalupana, para participar presencialmente de la Asamblea Plenaria simultáneamente a las cerca de mil personas que también fuimos partícipes de las actividades en modo virtual y algunas más que pudieron seguirlas parcialmente por las redes. La gran mayoría de los concurrentes fueron invitados por sus respectivas diócesis, salvo un puñado que habíamos colaborado activamente en la difusión y organización de Asambleas durante la etapa de escucha, que fuimos introducidos por intervención de los organizadores, en mi caso en reconocimiento a la tarea de Generación Francisco.
Hubo algunos asistentes de Estados Unidos y Canadá hispanoparlantes e invitados de otras religiones. Las proporciones de los intervinientes ya dieron una pauta de los límites que tendríamos: obispos (20%), sacerdotes (20%), religiosos, religiosas (20%) y diáconos (1.7%), en total más de sesenta por ciento; menos de cuarenta por ciento de laicos.
Del total, treinta y seis por ciento mujeres; menores de cincuenta años de ambos sexos también treinta y seis por ciento, pero con mínima participación en los espacios clave. La asistencia presencial y virtual promedió en un poco más de setecientas almas.
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